Conoce las salas del Museo Olavide
Presentación del Museo Olavide
Como vereis, la historia del Museo Olavide es apasionante con momentos de luces y sombras e inclusive, como en las películas de suspense, con momentos cercanos a su desaparición y destrucción definitiva.
Sala Olavide: el inicio del legado
Esta primera sala está dedicada al fundador del Museo, donde hacemos un breve recorrido histórico por los principales hitos del legado de Olavide: el museo, el atlas de la clínica iconográfica y el laboratorio micrográfico.
Los moulages se crearon para la enseñanza de la dermatología en tiempos en los que la fotografía en color no estaba bien desarrollada, y las visitas a las salas de enfermos por parte de los estudiantes de medicina no estaban permitidas. Olavide se propone crear una colección de figuras dermatológicas donde se mostrasen todas las enfermedades de la piel conocidas en aquel momento, así como los diferentes síntomas clínicos y localización de las lesiones en la piel y todo ello… ¡en tres dimensiones!
Sala Azúa: la sífilis como epidemia
Dedicada al que es considerado como sucesor de Olavide, Juan de Azúa fue un médico dermatólogo y sifilógrafo que supo adaptarse rápidamente al cambio de ideas impulsando la dermatología basada en la histopatología. Entre sus muchos logros, creó la Academia Española de Dermatología en 1909 y fundó la revista científica Actas dermosifilográficas, donde se publicaban los casos y los tratamientos más importantes, muchos de ellos procedentes del Hospital San Juan de Dios.
Sala Zofío: el arte de la cera
Hemos visto que las figuras de cera del Museo Olavide, eran realizadas para la enseñanza de la Dermatología. Pero, ¿Quién las creaba? En esta sala os los mostramos. El primer artista y más prolífico, Enrique Zofío Dávila (1835–¿1915?), se formó en Bellas Artes en la Real Academia de San Fernando de Madrid. Era militar y estuvo contratado como escultor anatómico. A partir de 1870 trabajará para Olavide elaborando figuras de cera de los pacientes ingresados en el Hospital San Juan de Dios donde llegó a realizar más de 400. Su sucesor, José Barta y Bernadotta (1875–1955), continuó con su labor. El último, Rafael López Álvarez (1889-1987) es, entre otras cosas, el encargado en embalar y preservar el museo para que haya llegado hasta nuestros días.
Sala Castelo: enfermedades malditas
Esta sala está dedicada a Eusebio Castelo, amigo personal y colega del Dr. Olavide en el Hospital San Juan de Dios. Fue un médico sifilógrafo ilustre del S. XIX, tanto que una de las calles que hoy linda con el Hospital San Juan de Dios, está dedicada a su persona. Junto a Olavide fue el otro gran impulsor del museo, muchas de las figuras más antiguas, están realizadas bajo su supervisión.
Sala Sainz de Aja: tumores en la piel
Sáinz de Aja fue un médico dermatólogo del S. XX, muy vinculado a técnicas quirúrgicas que practicaba en el mismo Hospital San Juan de Dios. Y por ello, en esta sala mostramos una gran variedad de neoplasias o tumores, en su mayoría malignos y que son motivo de consulta e intervención hoy, en los servicios de dermatología.
Afortunadamente, gracias a la información, a las comunicaciones y sobre todo a la prevención sanitaria, muchos de los casos que se muestran en esta sala no suelen llegar a los estadios que aquí vemos. Pero son muchas y muy variadas las neoplasias que podemos encontrar en la piel.
Sala Sánchez Covisa: un despacho con historia
Por fin una sala en la que descansamos de enfermedades. Esta es una sala de consulta y estudio de un médico cualquiera a principios del S. XX. Estos muebles han sido donados al museo por la Dra. Paola Maldonado, que a su vez recibió en herencia de su abuelo que era médico.
Preciosos muebles de estilo castellano en madera de roble que adornaban una consulta y que hoy sirven para acompañar los retratos médicos que encontramos también en las cajas.
Almacén: olvido y recuperación
En el año 1966, el segundo Hospital San Juan de Dios situado en la C/ Dr. Esquerdo de Madrid, es demolido. En consecuencia, el Museo Olavide se desmonta y se embala. Este trabajo fue dirigido por el último cero-escultor del museo: Rafael López Álvarez. En aquel momento, el propio López Álvarez concedió algunas entrevistas a periódicos como el ABC o a la revista Qué, alertando de que, embalando esta colección, se condenaría al olvido un patrimonio científico-médico que había sido fruto del trabajo de casi 100 años y que había servido para formar a las primeras generaciones de dermatólogos en España. Este museo era el testigo directo del nacimiento de la Dermatología como especialidad, y estaba a punto de perderse y olvidarse para siempre.